En una amplísima residencia de Changsha, una ciudad industrial ubicada a 1.400 kilómetros de Beijing, se encuentra el despacho del presidente de Sany, uno de los mayores conglomerados industriales de China. Allí todo tiene grandes dimensiones, desde el parque con lago artificial y la cancha de golf que la rodea, hasta el reloj sobre un mueble de malaquita estilo versallesco, que Wenbo Xiang se apura en aclarar que es una imitación. Xiang, ingeniero de profesión, está considerado como el jefe de empresa más importante del gigante asiático. Y, sin embargo, su aspecto personal es un tributo a la humildad. Dos banderas escoltan su escritorio, la de China y la de la hoz y el martillo, símbolo del partido comunista.

Sany es privada. Nació en 1989 al compás de las necesidades de obras de infraestructura y está integrada verticalmente, desde las pequeñas piezas hasta máquinas y grúas asombrosas. Con presencia en 120 países y 20 fábricas fuera de China, es el grupo que representa la mayor transformación de China en los últimos años, al haber puesto el foco en la calidad industrial. “La calidad es el punto de partida, sobre esto no hay ningún paso atrás”, dice Xiang. Vino a la Argentina en 2009 y ahora busca instalarse entre nosotros por la energía eólica y la construcción industrial de viviendas, además de vender maquinaria pesada.

–¿Cuál es la filosofía de un conglomerado como Sany?

–Nos propusimos ser una empresa de clase mundial, formar talentos de primera clase y hacer una gran contribución al escenario internacional. Para nosotros la calidad transforma al mundo. Nos falta mucho por recorrer. En China somos influyentes. Pero en varios sitios del mundo nuestra capacidad es muy limitada. China es la segunda economía del mundo y estas empresas crecieron gracias a la apertura y la reforma económica. Pero decidimos recorrer el camino de la innovación permanente, invertimos el 7% de los ingresos netos por ventas. Somos producto de la modernización y la urbanización de China. Las obras con mayor contenido tecnológico hoy están en China, y nosotros nos hemos propuesto satisfacer esas necesidades, nuestras bombas para hormigón llegan a los 87 metros, tenemos grúas sobre orugas capaces de soportar 3.600 toneladas. También le prestamos una gran importancia al servicio: allí está nuestra competitividad. Sany está cambiando los estándares de servicio en china.

–¿Cómo es la relación con los empleados en una empresa en la que está la bandera del Partido Comunista?

–Nosotros ayudamos a nuestros empleados a ser exitosos. Compartimos logros y desarrollos de la compañía con nuestros empleados. Los ejecutivos son formados por nosotros, ofrecemos una carrera, becamos a las mejores universidades del mundo, también les ofrecemos sus residencias, que las construimos y se las vendemos al precio de costo. Los ejecutivos tienen acciones de la compañía. Sany es una máquina que genera riquezas y hemos creado en la cadena de la distribución muchos millonarios. En China somos los mejores empleadores. Y cuando en 2012 tomamos el control de Putzmiester de Alemania, era una empresa que durante 60 años nunca tuvo ese reconocimiento, lo pudo lograr un año más tarde.

–¿Pero cuánto ganan los obreros? ¿Cuánto gana usted?

— El salario promedio en Sany es de US$1.300 mensuales. Reconozco que hay diferencia, yo gano 500.000 yuanes al año, (unos US$77.000), que es muy poco si se consideran los ingresos de CEO de compañías del tamaño de Sany, fuera de China. Esto hizo que algunas empresas se fueran a la India, a Tailandia e incluso a los EE.UU.

–Llama la atención que no haya sindicatos en las empresas en China, al menos como se entienden en otros países.

–Sí, hay sindicatos. Pero tienen otro tipo de relación. Los sindicatos están para cooperar y no para confrontar.

–Ustedes están en otros países, como Brasil ¿Cómo se llevan con los sindicatos?

–Nosotros nos adaptamos a la cultura local. Pero no he sido capaz de adaptarme a ese tipo de cultura sindical. No entiendo la confrontación permanente. Y la falta de cooperación. En Brasil no tuvimos más opción que parar la planta. Hemos decidido no salir de Brasil, buscamos ahora un socio local.

–¿Se van a instalar en Argentina?

–Estamos sondeando todas las posibilidades en la Argentina y también nos preocupan los sindicatos. En América Latina arrancamos en Brasil, por ser el país más importante de la región. Pero la situación de Brasil nos está cambiando los planes. No nos vamos a ir, pero hemos suspendido nuestros planes de crecimiento, por la caída de la economía, reflejada por la inestabilidad del tipo de cambio y su sistema tributario, que es otro dolor de cabeza. En Venezuela teníamos un buen negocio, pero allá también estamos con dificultades. En ese contexto, Argentina aparece como una gran oportunidad. Es rico en recursos naturales y buscamos estar en energía renovable, construcción de vivienda industrializada y de maquinaria sofisticada de construcción.

–¿Qué observan en un país antes de radicarse?

–Que sea estable socialmente con un sistema jurídico creíble, estable en la economía, con un tipo de cambio sin amplias oscilaciones. También analizamos si el país es amigable hacia la inversión extranjera. Y es muy importante que cuente con profesionales entrenados y mano de obra calificada.

–¿Argentina cuenta con estas condiciones?

–Hay riesgos, pero para nosotros representa una gran oportunidad.

–La economía china ya no crece como antes, ¿Qué está pasando?

–En el desarrollo de China hay problemas, pero cualquier problema es el inicio de una serie de cambios. Casi todos los chinos están disfrutando los logros del desarrollo, pero las capacidades productivas atrasadas tienen que ser eliminadas. Las empresas que no tienen fuerza competitiva, con tecnología obsoleta tienen que dar paso a las empresas avanzadas. Las que puedan sobrevivir serán más fuertes todavía porque ganarán escala y producirán a un costo menor. Estos problemas son los que nos están empujando a la internacionalización de nuestras empresas, lo que es una buena noticia. El gobierno chino implementó estrategias binacionales para ayudar a las empresas a actualizarse. Entre China y América Latina hay fondos de cooperación y de infraestructura que nos ayudarán.

–¿Cuáles son los problemas?

–El desarrollo rápido de China generó problemas ambientales, luego llegó el aumento progresivo del costo de la mano de obra y finalmente la desaceleración actual de la economía, además del problema del envejecimiento de nuestra población. Estábamos acostumbrados a un crecimiento de 10% anual durante 30 años y ahora hay que adaptarse a un ritmo del 6% al 7%.

–En la Argentina hay temor por parte de los empresarios a que sean reconocidos como una economía de mercado.

–Hay que reconocer que China ya aplica una economía de mercado. El 70% de los empleos son privados. Hay una generación que ya nació en la economía de mercado, y de las 500 multinacionales del mundo nadie está afuera: están todas aquí. Pero por razones históricas tenemos empresas estatales, que ya no representan el cuerpo principal de la economía. No tenemos subsidios a la producción, lo que hay es devolución de los impuestos por la exportación, algo que hacen todos los países del mundo, y está dispuesto por la OMC. El impuesto sobre la renta de empresas chinas es 25%. Es injusto que el mundo no nos reconozca el estatus de economía de mercado.

–Los industriales del acero están alarmados y dicen que China vende el acero a precio vil.

–Usted se refiere a lo que pasó en Córdoba. Entiendo que ese es un proyecto de gasoducto entre dos gobiernos. Lo hacen todos los países del mundo. El acero hecho en China es más económico porque tenemos una gran escala. En parte, porque usamos el carbón como energía, lo que abarata los costos. También tenemos más barato el costo del transporte, por la logística. Detrás de esto está el interés de las empresas.

–¿Le preocupa un triunfo de Donald Trump en los EE.UU.?

–No será ni buena ni mala noticia. Todo lo que ha dicho es para atraer votos.

Fuente: ieco.clarin.com